A lo largo de más de treinta años, las tres distancias —50, 100 y 200 metros— han mostrado caminos diferentes, pero con un denominador común: una mejora progresiva de los tiempos impulsada por generaciones de nadadores y nadadoras que han ido elevando el nivel competitivo.
200 braza: la prueba
de la
constancia
El 200 braza comienza en los años
90 con registros todavía alejados de los estándares actuales. Rafael Sevilla
Cano establece las primeras referencias con tiempos en torno a 2:34,
marcando una etapa inicial de estabilidad. A mediados de la década aparecen
nombres como Guillermo Domínguez Alonso y Antonio Barrena Santana,
que rebajan los cronos hasta la franja del 2:33, señal de una mejora clara en
resistencia y control del ritmo.
El gran salto llega en los años
2000 con Luis Rosado Benito, protagonista absoluto de la prueba durante
casi una década. Sus registros bajan progresivamente hasta el 2:19, un
tiempo que marca un punto de inflexión y sitúa el 200 braza en un nivel mucho
más exigente. Tras él, Sergio Mogena Estévez toma el relevo y se
convierte en sinónimo de regularidad, manteniendo durante años tiempos por
debajo de 2:20 y demostrando que el alto rendimiento ya no es puntual, sino
sostenido.
En la etapa más reciente,
nadadores como Daniel Vera Camacho continúan esa línea, confirmando que
el 200 braza ha pasado de ser una prueba de resistencia pura a una disciplina
donde la eficiencia técnica marca la diferencia.
En categoría femenina, la
evolución es más gradual. Desde los primeros registros de Mari Paz Grillo
García y el dominio de Esther Ceballos Reyes, se pasa a una mejora
constante con Alana Rinco Núñez, Paloma Marrero Muñoz y, más
recientemente, Estela González Olivares, que aportan estabilidad y
continuidad a lo largo de varias temporadas.
100 braza: el equilibrio
perfecto
El 100 braza es la distancia
donde mejor se aprecia el avance técnico. En los primeros años, los mejores
tiempos masculinos se mueven alrededor del 1:11–1:10, con protagonistas como Rafael
Albertos y Rafael Sevilla Cano. A finales de los 90, Gregorio
Adame Nisa rompe esa barrera y sitúa la prueba por debajo del 1:09,
abriendo una nueva etapa.
Ese camino lo consolida Luis
Rosado Benito, que lleva el 100 braza hasta el entorno del 1:02, un
salto enorme en apenas una década. Posteriormente, Sergio Mogena Estévez
representa la regularidad absoluta, encadenando temporadas con tiempos estables
en torno al 1:04, símbolo de madurez competitiva.
En chicas, la progresión también
es clara. De los 1:17 iniciales de Mari Paz Grillo García se pasa a los
1:10 de Paloma Marrero Muñoz, hasta llegar al sub-1:10 logrado por Estela
González Olivares, uno de los registros más significativos de toda la serie
histórica.
50 braza: la explosión del sprint
El 50 braza es la prueba que
mejor refleja la especialización moderna. En los años 90, los tiempos
masculinos superan los 32 segundos, con Rafael Sevilla Cano y Carlos
Sánchez García como primeras referencias. A finales de la década, Gregorio
Adame Nisa impulsa una mejora clara, bajando progresivamente hasta el
entorno de los 31 y 30 segundos.
En los años 2000, la explosividad
se impone. Luis Rosado Benito rebaja los cronos por debajo de los 30
segundos y, poco después, Sergio Mogena Estévez domina la prueba durante
varias temporadas, estabilizando los tiempos en torno a 29 segundos, una
barrera impensable años atrás. Más recientemente, nadadores como Adrián
Hernández Molano y Daniel Vera Camacho continúan empujando la prueba
hacia registros cada vez más exigentes.
En categoría femenina, la
evolución es igualmente significativa. De los más de 36 segundos iniciales se
pasa a la franja de los 33 y 32 segundos, con protagonistas como Sandra
Escudero Mancha, Sara Lozano Becerro, Paloma Marrero Muñoz y,
nuevamente, Estela González Olivares, figura clave en la etapa moderna
del sprint en braza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario